Desde finales del siglo XVIII, el liberalismo fue arraigando de manera lenta en Mallorca. En la sociedad de entonces había una mentalidad integrada en la cultura europea, que se sentía vinculada a su evolución y que intentaba estar al día. Y como consecuencia de la implantación de la Constitución de 1812, esta nueva ideología tuvo la oportunidad de poder consolidarse, de manera legal, tanto en Palma como en los pueblos.